Hoy no traído un post de educación, o quizá sí. Hoy tengo el gusto de compartiros parte de mi corazón y abrir mi corazón para exteriorizar un capítulo especial de mi vida, un capítulo que se teje con los hilos de la resiliencia en medio de la adversidad.

Hace poco más de dos años que perdí a mi padre y con esta pérdida y los vaivenes de la enfermedad, me prometí que intentaría plasmar en un libro lo acontecido para hacer homenaje a mi padre y también por si podría ser un tema que pudiera ayudar a alguien que estuviera pasando por algo parecido.

El objetivo de este libro es un objetivo benéfico: me gustaría poder contribuir con los beneficios a aportar nuestro granito de arena a alguna ONG que trabaje para lidiar con esta terrible enfermedad: el cáncer.

Mi padre era un tipo sano y fuerte: deportista y sin vicios, por esa razón en el sombrío lienzo de nuestras vidas, el diagnóstico resonó como un trazo oscuro, una marca que cambiaría el curso de nuestro relato. Las palabras médicas eran como tormentas, nublando el cielo de la esperanza. Fue duro enfrentarse a todo, fue duro afrontar y aceptar, pero en medio de la oscuridad, descubrí que las estrellas de la resiliencia aún brillaban. Cada día se volvía una pincelada de resistencia, un acto de desafío ante la sombra que amenazaba con envolvernos. Aquí, en la encrucijada de la incertidumbre, aprendí que la resiliencia no solo es una respuesta, sino un arte de transformación.

Podía haber optado por jugar la partida en un segundo plano, pero decidí acompañar a mi padre en sus últimos meses de vida con todo mi corazón y mi presencia. Nuestro viaje se convirtió en una danza entre el dolor y la compasión. Cada paso era una sinfonía de emociones, desde la melancolía hasta la gratitud. La resiliencia se manifestó en la forma en que enfrentamos juntos las tempestades, buscando luz incluso en las sombras más profundas.

En cada habitación de hospital, descubrí la fragilidad de la vida y la fortaleza que surge cuando nos apoyamos mutuamente. Cada sonrisa compartida entre lágrimas se convirtió en un monumento a la resiliencia que nos sostenía. La enfermedad no fue solo una prueba, sino un catalizador de amor y unidad, que nos unió aun más si cabe por y para siempre.

El desenlace final, por desgracia, os lo conoceréis. Sin embargo, como soy siempre de ver el vaso medio lleno antes que medio vacío, pensé que esta experiencia seguro que me aportaría algo positivo y me ayudaría a crecer como persona y ahí es donde me encuentro en este momento. Pronto la pérdida se convirtió en el eco de la fuerza interior que me permitía recordar los momentos felices, incluso cuando la tristeza amenazaba con ahogarme. Mi corazón aprendió a bailar con la pérdida, transformándola en una melodía de amor eterno.

Cada recuerdo se convirtió en un faro de esperanza, recordándome que incluso en la oscuridad, la luz de la resiliencia persiste. A través de las lágrimas, emergió la fuerza para enfrentar el amanecer de un nuevo día y luchar, más que nunca, por el bienestar de mis hijos, mi futuro profesional y mi vocación como amante de la escuela pública.

La dureza de los momentos vividos, me hicieron pensar que esta historia debía de ser contada, que no quería que ni un solo detalle abandonara mi mente con el paso del tiempo, por lo que este post que tienes ahora en la pantalla de tu ordenador, es un breve resumen de lo que tengo previsto compartirte entre las páginas de mi nuevo libro.

Un libro que resulta ser un faro y pretende guiar a otros a través de la tormenta, recordándoles que la esperanza puede florecer incluso en el suelo más árido. Cada capítulo es una vela encendida en honor al amor puro, a la generosidad, a los valores fundamentales del ser humano y a nuestra esencia.

Con él pretendo que, al sumergirte en sus páginas, te conviertas en un testigo de la capacidad humana de convertir la tristeza en arte, la pérdida en legado.

Con el objetivo benéfico que pretendo, me gustaría tender un puente hacia un futuro donde esta enfermedad no tenga el poder de robar la luz ni la felicidad de las familias. Convertir la adversidad en una fuerza positiva es la promesa que mi historia hace al mundo, una promesa de amor que trasciende las páginas del libro. Al adquirir este libro, estás contribuyendo a esa promesa, haciendo eco de esa energía de amor infinito que pretendo ofrecerte tras su lectura y llevando consigo una historia que no solo es mía, sino de todos aquellos que han enfrentado una tormenta similar a la mía y que han emergido más fuertes y con unos valores más potentes que nunca.

No quiero que estas palabras se conviertan simplemente en letras en una pantalla o tinta en papel. Más allá de la historia que comparto, hay un anhelo profundo de conexión. El amor, que ha sido mi brújula en este viaje, me susurra la promesa de un nuevo encuentro: desde cada uno de nuestros corazones y con la esperanza de que algún día podamos volver a encontrarnos.

A través de estas palabras, deseo que cada lector sienta no solo la carga de la pérdida, sino la ligereza de la esperanza. Que este relato, tejido con lágrimas y risas, se convierta en un recordatorio de que, incluso en la despedida, hay una melodía de reencuentro. Quienes han partido pueden vivir eternamente en el eco de nuestros corazones, y mientras sostengamos la antorcha de la esperanza, la posibilidad de volver a encontrarnos en algún rincón del universo nunca se desvanecerá.

Aunque el libro ya está escrito y maquetado nos queda el último paso, la publicación. Queda atent@ a mis redes para saber cuando sale a la venta.