Hoy, 17 de octubre del 2024 hace tres años que tuve la oportunidad de verte con vida por última vez.
Parece mentira que el tiempo pase tan rápido y a la vez tan lento. Hay tantas cosas que me gustaría que hubieras vivido, tantos momentos que me gustaría que hubiéramos podido compartir juntos, que solo de pensarlo, maldigo esta maldita ley de vida.
Por suerte, la serenidad que ofrece el tiempo me ayuda e impulsa a seguir transitando por el duelo desde un punto de vista mucho más constructivo y menos lesivo para mi persona.
La evolución personal es increíble cuando la vida te sorprende con algo tan doloroso como es perder a alguien a quien tanto amas y te permites el lujo de ver más allá de lo que son la pérdida o la enfermedad en sí.
En numerosas ocasiones encuentro en mi entorno la incomprensión frente a mi dolor. Parece como si el hecho de que haya perdido a mi padre, encima con una edad avanzada, hiciera que tuviera que abordar la pérdida como algo normal y natural.
Parece como si el tiempo pasado hubiera tenido que ofrecerme ya la cura a mi desdicha, pero no:
nunca se puede entender como natural perder a alguien que quieres con todo tu ser y menos, continuar con tu vida como si nada hubiera pasado.
Para mí ese 17 de octubre y los meses previos que lo acompañaron, supusieron un antes y un después en mi vida, donde despacio y progresivamente nació una nueva Rocío: creo que más humana, también creo que más consciente de lo que es importante en la vida y sobre todo, más madura y fiel a sus principios.
Fue un tiempo doloroso que me abrió puertas a la realidad de la vida: reconocer el amor de verdad, la amistad de verdad y también el resto de atrezzos con el que solemos vestir nuestro día a día y que son totalmente prescindibles cuando nos enfrentamos a una situación límite.
Desde entonces, elijo mucho mejor de quien me rodeo y procuro no intentar colocar con calzador en mi vida personas que no encajan.
También me he vuelto mucho más observadora y he sujetado mi impulsividad.
Desde un tiempo a esta parte observo como viven su duelo otras personas y es camaleónico ver como cada uno de nosotros nos mantenemos en pie como podemos frente a la pérdida de alguien querido.
También observo como, por desgracia, recibo la incomprensión de aquellos que no tuvieron la fortuna de tener una figura paterna como la que yo he tenido la fortuna de tener.
Uno no puede sentir la pérdida de lo que nunca tuvo, al igual que los que lo tuvimos no podemos imaginar lo duro que debe ser tener una figura paterna ausente. Me compadezco.
Hoy afronto mi dolor desde la serenidad que solo es capaz de dar el tiempo, con la tranquilidad de saber que supe acompañar a mi padre en sus peores momentos vitales y que tuve la avidez mental de darme cuenta, pese al dolor, de que la vida me presentaba una oportunidad maravillosa de poder exprimir cada momento dentro de la recta final de la vida de mi padre y abrazar su vulnerabilidad con el cariño que solo alguien que te quiere con toda su alma puede hacer. Tuve dos opciones, la fácil: huir, la compleja: quedarme y opté por este último y transformador camino.
Cuidar a quien te cuidó y poder demostrar tu amor y entrega, posiblemente sea uno de los regalos más bonitos que la vida me haya hecho y lo que me permite cada día afrontar mi vida con orgullo, sabiendo que he dado un ejemplo de vida a mis hijos.
Hoy veo su mirada azul preciosa en cada momento que comparto con mis niños en el proceso de su educación. Hoy veo su mirada azul preciosa cada vez que tengo la oportunidad de ofrecer a mi madre mi consuelo y compañía y sobre todo veo su preciosa mirada azul cada vez que la vida me sonríe y me envía cosas bonitas de las que poder disfrutar.
Hoy siento tu presencia en mi vida de una forma diferente, pero consciente de que un día nos volveremos a encontrar y compartiremos una larga conversación, como solíamos hacer en la sobremesa, en la que te comenzaré diciendo, al igual que hice el día que tuve que despedirme de ti, lo que te quiero y agradeciendo a Dios el que me haya dado la invaluable oportunidad de haberte tenido como padre.
La importancia y trascendencia de una figura paterna de categoría sobrepasa a la muerte y acompaña transgeneracionalmente, de eso no me cabe duda.
Hasta que llegue el momento de volver a encontrarnos, espero que cada vez que mires por la mirilla que conecta este plano con el plano en el que te encuentras, una sonrisa se haga presente en tu rostro y te haga sentir orgulloso de tus nietos y de mí.
Te quiero infinito, mi querido padre: ejemplo de vida y de ser humano.
Siempre juntos ❤
Este es el texto que me ha pedido el cuerpo escribir y decidí hacerle caso y compartirlo contigo.
Si te apetece conocer la historia de mi padre desde sus inicios hasta el triste final, solo tienes que leer mi último libro: Agradecimiento, fortaleza y empatía: los valores que me regaló el cáncer terminal de mi padre.
